Diferencia entre revisiones de «Definición de tecnopolítica»
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Lo que llamamos mirada tecnopolítica, pretende centrar la atención en el papel de las tecnologías, las infaestructuras y los sistemas tecnocientíficos en la construcción de las relaciones de poder, la economía, la producción de subjetividad o la construcción y la gestión de nuestros habitares. | Lo que llamamos mirada tecnopolítica, pretende centrar la atención en el papel de las tecnologías, las infaestructuras y los sistemas tecnocientíficos en la construcción de las relaciones de poder, la economía, la producción de subjetividad o la construcción y la gestión de nuestros habitares. |
Revisión actual del 06:38 26 jun 2017
Lo que sigue en esta página son notas de trabajo. Ver aproximación a definición aquí:
Aproximación a una definición de tecnopolítica(s)
Lo que llamamos mirada tecnopolítica, pretende centrar la atención en el papel de las tecnologías, las infaestructuras y los sistemas tecnocientíficos en la construcción de las relaciones de poder, la economía, la producción de subjetividad o la construcción y la gestión de nuestros habitares.
Esta perspectiva nos parece de especial interés por la relevancia de las tecnologías digitales en la configuración de la vida contemporánea en todos sus ámbitos, compatible con la percepción más o menos generalizada de su carácter más bien técnico, ajeno a las cuestiones políticas – y urbanas – en su concepción más convencional. La expresiones poder o gobierno algorítmico describen en parte esta condición que vemos necesaria explorar y visibilizar.
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La hipótesis tecnopolítica amplia
La hipótesis tecnopolítica amplia consiste en afirmar que aspectos de gran relevancia de las relaciones de poder que caracterizan las sociedades contemporáneas se producen por medio de los sistemas tecnológicos, o más precisamente sociotécnicos. Bajo una pretendida apariencia de eficiencia, neutralidad o necesidad puramente técnica, las tecnologías, y más específicamente las maneras en que son implementadas socialmente, constituyen unas de las principales fuerzas que organizan la vida y la sociedad contemporáneas.
Es precisamente esta pretendida apariencia de necesidad, la interpretación que hacemos de las tecnologías como un proceso de evolución – como en la evolución natural - la que hace que su eficacia organizando sociedades y produciendo subjetividades, sea mayor y más profunda que la de estrategias más tradicionales y obvias del poder, como puedan ser la legislación, la político en su sentido más convencional o las diferentes formas de coerción por medio de las relaciones laborales y económicas.
En lugar de percibir los sistemas tecnológicos y socio-técnicos como producto de una evolución cuasi-natural, la mirada tecnopolítica propone su percepción como proyecto estratégico, – o como producto de decisiones táctico-estratégicas más o menos intencionadas, pero alineadas con determinadas formas de entender la sociedad y el mundo.
Langdon Winner [1989, The Whale and the Reactor. A Search for Limits in an Age of High Technology, p. ix-x] constituye una interesante referencia para construir este tipo de análisis:
“Si uno observa cuan profundamente nuestras vidas están modeladas por los sistemas interconectados de las tecnologías modernas, cuan intensamente sentimos sus influencias, respetamos su autoridad y participamos en su funcionamiento, uno empieza a entender que, nos guste o no, nos hemos convertido en miembros de un nuevo orden de la historia humana […] Observando las estructuras y los procesos de estos vastos sistemas, uno empieza a comprender una nueva forma de poder distintamente moderna, los cimientos de una cultura tecnopolitana. […] Lo que parecen ser sólo instrumentos útiles, constituyen, desde otro punto de vista, duraderos armazones (enduring frameworks) para la acción social y política.”
En este marco discursivo, conviene matizar la idea de poder de acuerdo con su interpretación foucaultiana: El ejercicio del poder sería la capacidad de influir sobre otra persona para que actúen como nosotros queremos; algo que, según Foucault, se ejerce mediante estrategias y técnicas. Cuando un conjunto de relaciones de poder se hacen estables, reforzándose unas a otras, haciéndose difíciles de transformar, se da lugar a lo que habitualmente interpretamos como situaciones de poder, o simplemente poder. Cualquiera que haya experimentado un poco alguna modalidad de e-burocracia podrá interpretarla sin problema como una técnica para obligarnos a hacer las cosas de una cierta manera, por poner un ejemplo.
Winner describe las tecnologías como formas de vida [1989: 3-18]. Esta formulación puede relacionarse con la tradicional metáfora que presenta la cultura o la civilización como segunda naturaleza. Tendemos a percibir los entornos tecnológicos que nos rodean de una manera que casi podríamos comparar con el aire que respiramos, el tiempo o la lluvia, como algo dado cuya existencia no cuestionamos, y a la que tenemos que adaptarnos velis nolis, queramos o no, como las antiguas lentejas. Poca gente, por ejemplo, se cuestiona hoy la conveniencia de usar Google; que constituye un excelente ejemplo de como una tecnología se convierte en forma de vida; – en el plazo de poco más de una década.
Desde otro punto de vista, por ejemplo el del diseño de infraestructuras o sistemas, los ingenieros o los economistas, al menos en la tradición de la Modernidad, suelen considerarse a sí mismos como agentes neutrales, que se limitan a dar las soluciones más eficientes y/o económicas a problemas objetivos: trazar una carretera, diseñar un protocolo de comunicación seguro, o resolver una crisis hipotecaria, por ejemplo. Esta actitud de parte de los técnicos y de parte de la mayoría de los ciudadanos-consumidores que así los perciben, es lo que define lo que podríamos llamar un orden tecnocrático, __ alimentado por el mito – aún vigente a pesar de sus debilidades evidentes – del progreso estrechamente ligado al desarrollo tecno-científico, los excesos de la especialización y la complejidad, a veces intencionada, de los sistemas.
Personalmente me preocupa la falta de interés – y probablemente de conocimiento – que muestran nuestros políticos por estas cuestiones, dedicados antes que nada a lo que pienso que son formas arcaicas del ejercicio del poder: los debates parlamentarios, lo discursivo y cosas así. El caso de la Grecia de Tsipras o incluso el de Obama en los EU, tristemente, han demostrado con claridad la insuficiencia de estos planteamientos frente a las máquinas tecno-algorítmicas, destacadamente, las financieras.
Con tecnologías, conviene subrayar, me refiero, como hacen por ejemplo Deleuze y Guattari o Bruno Latour, a cualquier conjunto de artefactos de producción humana que da lugar al establecimiento de procesos repetitivos: acciones, relaciones, flujos, distribuciones de lo real… Por ilustrar el asunto: Latour presenta los formularios como artefactos tecnológicos característicos (2007).
Hacer tecnopolítica radical, entonces, sería, en primer lugar, hacer una crítica de los efectos políticos de las tecnologías, y en segundo lugar, producir otras tecnologías, otras implementaciones, y otros sistemas sociotécnicos; - considerar, en fin, el campo amplio de las tecnologías como un territorio de conflicto central en las sociedades contemporáneas.