Natalia Calceteiro

De Literatura Cibernética
Revisión del 18:12 29 mar 2016 de Natcalbal (discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar a: navegación, buscar

TRECE ROSAS


Trece rosas marchitas,
por pólvora y gravilla ahogadas.
El cinco de agosto
serán trece rosas ya arrancadas
¡Pobres flores!
extintas por sus colores.
Quien sus heridas cosiera
y recuperase tantas primaveras.
Las de la mayor, que son veintinueve
y las dieciocho de las más mozuelas.
Trece rosas secas
que vuelven a la tierra.
Pesticidas de una nación
que de las flores reniega.
Trece rosas con voces silenciadas
y nombre
Trece flores, trece mujeres
volvéis a la naturaleza
sois flora eterna
con rosas como agnombre.

ANTES DE LLOVER, CHISPEA

— ¿Diga?
— ¿María? Soy Lucía, necesito que me eches una mano — me apresuré a decir con voz medio susurrante.
— « ¡Hola, María! ¿Qué pasa?» ¿No te enseñaron a saludar como Dios manda, Lucía? — María era la reina de la ironía. A veces eso resultaba útil e incluso divertido. Pero hoy no es el día…
— María, por favor, no tengo tiempo para normas de conducta. Necesito que me hagas un favor muy grande.
— Vale, vale —tomó un tono más serio— ¿Qué sucede?
— Necesito que vayas a la farmacia y me compres una cosa.
— Hija, me tenías preocupada. Creía que era algo más importante. ¿Y qué te compro?
— Una prueba de embarazo.
— ¿No estarás…?
— No lo sé.
— Pero eso es… ¿Bueno, no?
— No lo sé. Oye tú sólo cómprame eso y tráemelo a casa mañana sobre medio día.
— ¿No se supone que deberías estar trabajando?
— Estoy de baja. No preguntes más y tráemelo.
— Deduzco que Mateo no sabe nada…
— María tengo que colgar, tráeme eso y ya está.

Me acerqué a la ventana. Miré como las farolas del pueblo se perdían en el horizonte juntándose con las del puente del quinto centenario. Parecían estrellas en la noche azabache. Suspiré. « ¿Qué coño voy a hacer si esto es verdad?»

A la mañana siguiente, María llegó a casa a la una y media.

— Llegas tarde.
— Ya veo que el instinto maternal no te ha hecho más simpática.— María se quitó esas horribles gafas redondas a las que ella calificaba de “fashion” mientras pasaba el umbral de mi puerta.
— Cállate. ¿Traes eso?
— Joder, Lucía. Es una prueba de embarazo, no cocaína. ¿Quieres relajarte?
— No, no quiero. No puedo hasta que vea que es negativo.
— Pero tampoco es tan malo, mujer. Es sólo un bebé…
— No repitas esa palabra. Se me eriza vello sólo de pensarlo… —Saqué temblorosa el test de embarazo de su caja, dejando la mitad del prospecto fuera.— ¡Que no, joder! ¡No puedo estar preñada!
— Pero vamos a ver… ¿No usas protección?
— ¡Pues claro!
— ¿Entonces? ¿De qué te preocupas? Será un retraso de nada. Yo no la he visto hasta dos semanas más tarde de lo que me tocaba…
— Es que…—me senté en el sofá del salón
— Es que… ¿Qué? —me acompañó María en mi gesto.
— Antes de Cerdeña… una noche bebimos demasiado, nos emocionamos y…
— No me digas que lo hiciste sin condón —María puso la expresión de madre decepcionada y a punto de lanzarte una zapatilla mientras huías por el pasillo.
— ¡Joder! ¡Nos pilló la euforia de improvisto! No íbamos a salir a las mil de la noche a buscar una farmacia…Y se supone que hizo la marcha atrás…
— Lucía, hija. ¿Nadie te ha dicho nunca que antes de llover, chispea?
— Vete a la mierda.

Quedaban cuatro horas para que Mateo volviera ese día a casa y no tenía ganas de ir al baño. Llevaba por lo menos dos litros de agua encima y nada. Empecé a plantearme si realmente estaba o no en estado. Era cierto que llevaba días comiendo como una cerda. «Si sigues así vas a acabar por comerte a tu padre por los pies» volvió a decirme mi jefa la semana pasada. No me lo tomé en serio, y ahora me arrepentía.